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Confinados en la historia: María Antonieta, Napoleón o Shoichi Yokoi

Varios de estos personajes históricos estuvieron recluidos en islas del Atlántico y del Pacífico, selvas o celdas

ARAGÓN CULTURA /
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“Confinados”. Una de las palabras más leídas y escuchadas durante las últimas semanas en las que experimentamos otras formas de reclusión contadas por la literatura y el cine. Destierros, condenas, enfermedades, ideas políticas, naufragios y otras circunstancias han mantenido a personajes de nuestra historia en este estado. 

En una celda oscura, y húmeda es donde pasa sus últimos días María Antonieta, la última reina de Francia. Han transcurrido dos años desde su huida del palacio de las Tullerías y la acusación de conspiración contra Francia. Ahora, viuda, separada de sus hijos y vigilada día y noche, la nacida en Austria solo lee libros del capitán Cook y espera que sus planes de fuga no fracasen como hasta la fecha.

Del lujoso y extravagante mobiliario de Versalles ahora se rodea solo de un cubo y un biombo. Los paseos por su propia aldea en los jardines del palacio, han sido sustituidos por el patio de la Conciergerie. 

Lo que María Antonieta no puede imaginar, o si, es que Madame Louisette, como el científico Jean Paul Marat había apodado a la guillotina, le salvaría de este confinamiento un 16 de octubre de 1793

La tumba de Napoleón

Veintidós años y un día después de la muerte de la princesa austriaca, llegaba a la isla de Santa Helena, en la costa sur inglesa, el que había sido emperador de Francia, Napoleón Bonaparte.

El otrora emperador sospechaba que de ahí no se iba a escapar tan fácil como de la isla de Elba. Así que decidió aprovechar el tiempo: se impuso un horario, hizo deporte, leyó libros, ordenó su biblioteca, dictó sus memorias y su testamento, plantó un jardín, cabreó a los ingleses, repasó cada una de sus sesenta batallas e incluso reconstruyó una corte en miniatura. Y es que claro, cuando solo duermes 5 o 6 horas al día, has pasado una noche en la Gran Pirámide de Egipto, has atravesado la tundra de Rusia y te has hecho coronar por el Papa, es fácil aburrirte en una remota isla en medio del Atlántico.

Pero, aunque este trozo de tierra fue la tumba de Napoleón, Santa Helena no fue exactamente lo que entendemos por una cárcel, algo parecido a “la catedral” de Pablo Escobar.

La "catedral" de Pablo Escobar

El jefe del Cartel de Medellín, encarcelado a cambio de no ser extraditado a Estados Unidos por sus actividades de narcotráfico, construyó un complejo en las montañas de Envigado en Antioquía, Colombia. En aquellos momentos nadie era consciente, pero después se descubrió que la prisión estaba llena de lujos: las celdas eran espaciosas y cómodas, había salas de billar, un bar, un gimnasio, una cascada natural e incluso una cancha de fútbol.

En su interior no faltaban obras de arte, mobiliario de diseño, aparatos de comunicación con el exterior, drogas y armas. La prensa de la época hablaba de “Cárcel de Máxima Comodidad”. Escobar recibía visitas, seguía delinquiendo y dirigiendo su negocio desde su interior. A pesar de estas comodidades, acabó fugándose 406 días después junto a sus hombres.

El soldado japonés Shoichi Yokoi

Del mismo modo que los últimos de Filipinas o el general británico Gordon Pachá en Jartum, el sargento del Ejército Imperial japonés Shoichi Yokoi fue encontrado un 24 de enero de 1972 en las selvas de Guam, una isla del pacífico occidental atacada por los japoneses en 1941. Llevaba allí casi tres décadas.

Era el último superviviente de un grupo de soldados que no confiaban en la parca información que les llegaba sobre el final de la Segunda Guerra Mundial y habían decidido permanecer a la espera de instrucciones. Yokoi vivía en una cueva cavada por él mismo y recubierta con grandes tiras de bambú. Durante estos años había aprendido a cazar y a cocinar alimentos y a fabricar su propia ropa y calzado con fibras vegetales. Algunas de sus posesiones, como un mecanismo para cazar anguilas que inventó, aún se exhiben en un pequeño museo en la isla.

Cuando fue encontrado por varios cazadores, Yokai volvió a Japón, donde fue recibido con los brazos abiertos. Pero nunca volvió a sentirse cómodo en la sociedad moderna.

Náufragos a la deriva

Y en otra isla, pero de Chile, estuvo confinado Alexander Selkir, un marino escocés que inspiró a Daniel Defoe para su legendario ‘Robinson Crusoe’. Sobrevivió durante cuatro años y cuatro meses como náufrago hasta que fue rescatado en 1709 por una embarcación británica.

Un caso más reciente es el del pescador salvadoreño José Salvador Algarenga que, después de 14 meses en el océano Pacífico, llegó a las islas Marshall en 2014. Según su relato, sobrevivió con una dieta a base de tiburón, pescado crudo y pájaros que maridaba con agua de lluvia o sangre de tortuga.

Otros ni siquiera avistaron trozo de tierra alguno y estuvieron en una balsa, a la deriva, como el colombiano Luis Alejandro Velasco. Su historia la recogió Gabriel García Márquez en la novela con el título más largo de la historia. Un título que, si reproducimos, nos mantendría ocupados hasta, por lo menos, la próxima fase de nuestro confinamiento.

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