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Personajes confinados de la historia: exploradores polares, Juana la Loca o la Condesa Sangrienta

ARAGÓN CULTURA /
'Doña Juana la loca recluida en Tordesillas junto a su hija la infanta Catalina', obra de Francisco Pradilla Ortiz
icono foto 'Doña Juana la loca recluida en Tordesillas junto a su hija la infanta Catalina', obra de Francisco Pradilla Ortiz

Continuamos repasando los confinamientos que experimentaron personajes de nuestra historia. Hoy nos centramos en los exploradores polares, que contribuyeron a ampliar los límites del conocimiento. También en mujeres poderosas que, víctimas de enfermedades o trastornos para los que no existía explicación, fueron recluidas en jaulas de oro. 

Exploradores polares

El 12 de noviembre de 1912 en medio de la Antártida, una partida de rescate encontraba la tienda, cubierta de nieve, que sirvió como refugio al capitán Scott y a sus dos acompañantes hasta el momento de su muerte. Un final muy acorde a la travesía que vivieron, llena de contratiempos y pérdidas. Habían partido de Inglaterra con la intención de llegar al Polo Sur por primera vez, pero cuando lo hicieron, el noruego Roald Amundsen ya había plantado su bandera.

Decepcionados, agotados y bloqueados en la tienda por la ventisca, los miembros de la expedición del capitán Scott fueron muriendo de frío. Durante sus últimas horas de vida, se dedicaron a escribir cartas a sus familiares y a llevar un diario de su confinamiento, documentos gracias a los cuales hoy conocemos detalles como los 70 grados bajo cero de temperatura que sufrieron, que el escorbuto les hacía compañía y lo disgustados que estaban por haber sido superados por los noruegos en su misión, dejándoles a ellos y al imperio británico en evidencia.

Un siglo después, sus cuerpos siguen allí, en la misma tienda, bajo un túmulo de tres metros rematado con dos esquíes en forma de cruz.

La Condesa Sangrienta

La aristócrata húngara Elizabeth Báthory, más conocida como “la Alimaña”, “la Loba” o “la condesa sangrienta”, ha pasado a la historia por los horrendos crímenes por los que fue acusada. No se conocen muchos detalles pero, al parecer, disfrutaba torturando a jóvenes campesinas que acogía como sirvientas.

El juicio público de una mujer tan poderosa estaba descartado, también su ejecución, algo reservado para los de su clase solo como pena por conspiraciones políticas. Así que, como castigo, fue confinada de por vida en su castillo de los Cárpatos.

La aristócrata permaneció allí hasta su muerte, el 21 de agosto de 1614, en una habitación cuyas ventanas y puertas tapiaron con piedras y mortero, dejando solo una pequeña abertura para pasarle comida.

Juana I de Castilla

Y otra mujer de armas tomar a la que coartaron su libertad nos toca más de cerca. Hablamos de Juana I de Castilla, hija de Fernando el Católico e Isabel de Castilla, y que ha pasado a la historia como “Juana la loca”. Si hablamos de largos confinamientos el suyo se lleva la palma. Duró más de medio siglo, solo interrumpido durante un breve periodo de tiempo en el que la peste asolaba al reino.

Los motivos ya los conocemos. Por derecho y sangre estaba destinada a ser la heredera de las coronas de Castilla y Aragón, pero sufría un supuesto trastorno psiquiátrico que los expertos decidieron atajar confinándole en un palacio en Tordesillas cuando apenas tenía veinte años. Y así, de paso, se aseguraban la permanencia en el trono de su padre y después de su hijo, Carlos V.

A lo largo de su cautiverio, Juana solo contaba con la compañía de algunas doncellas y de su hija Catalina, que escribía cartas. Gracias a las cuales, hoy sabemos que apenas recibió visitas y que era maltratada por los carceleros que la custodiaban desde 1516 hasta su muerte en 1555.

Hoy en día se sigue investigando para descubrir la verdadera figura de Juana I de Castilla, una reina despojada de su trono que, quizá, no estaba tan loca como nos han hecho creer.

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