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OBJETIVO

Aquellos maravillosos años: un paseo por las universidades laborales de Zaragoza y Huesca

Acercaron una educación de calidad, sobre todo a los jóvenes que vivían en el medio rural. Los problemas de aluminosis provocaron el cierre y abandono de la sede zaragozana hace 25 años

ARAGÓN NOTICIAS /
icono foto Universidad Laboral de Zaragoza.

Las universidades laborales nacieron durante los últimos años del régimen franquista. Hubo 21 en toda España, con más de 50.000 alumnos. Todas contaron con unas instalaciones revolucionarias y acercaron una educación de calidad, sobre todo a los jóvenes que vivían en el medio rural. La de Zaragoza fue la primera universidad laboral femenina del país aunque después también abrió sus puertas a los chicos. Durante años acogió a miles de estudiantes, pero los problemas de aluminosis provocaron su cierre y su abandono hace 25 años.

Para muchos, fueron los mejores años de su vida. La Universidad Laboral se convirtió en el hogar de aquellos que querían seguir estudiando y vivían lejos de la capital. Los que formaron parte de ella dicen que tienen un aura especial y que décadas después de su cierre, cuando se encuentran por la calle, se saludan como si fuera ayer.

Zaragoza, pionera en todo el país

El silencio no era un habitual por las cercanías de la Universidad Laboral de Zaragoza. Miles de estudiantes vivían en este lugar. El programa 'Objetivo' logra acceder a ella 25 años después de cerrar sus puertas.

Belén Teruel, periodista, fue estudiante en la Universidad Laboral de Zaragoza. Hace más de 40 años y todavía recuerda con detalle y nostalgia cómo fueron sus días allí: "Llegar allí fue un choque. Eran clases de 40 o más, un perfil totalmente diferente, sobre todo en la forma de enseñar. Las internas venían de todos los sitios de España, pueblos que no habías oído en la vida de Aragón, de la Rioja, Soria...etc.", recuerda.

En total, el espacio representa más de 300.000 metros cuadrados de superficie. Una pequeña ciudad ubicada en el Polígono Malpica con jardines, árboles, estanques de agua y unas instalaciones de lujo. Tenía una gran biblioteca, laboratorios de física, química y ciencias, y un taller con maquinaria para aprender confección industrial.

La Universidad Laboral de Zaragoza se inauguró en 1967, fue la primera femenina en España y una de las más punteras con 1.200 alumnas de todos los rincones del país comenzaron aquel primer año. Llegaban con 14 años, con la pena de dejar a sus familias en sus pueblos y ciudades, pero también con la incertidumbre y la emoción de empezar una vida nueva. Felipe Faci, actual consejero de Educación, Cultura y Deporte, fue director de la Universidad Laboral durante ocho años y recalca que los alumnos estaban becados, lo que suponía “una oportunidad para familias de entornos rurales, con pocos centros educativos y sin recursos”.

Fotografías de la universidad laboral de Zaragoza.

Recuerdos de una gran familia

Aquí encontraron la oportunidad de estudiar Formación Profesional, varios Bachilleratos o Escuelas Universitarias como Ingeniería y Magisterio. Se apostó también por la actividad física. Disponían de piscina climatizada, pabellón polideportivo, campo de fútbol, pista de tenis, de baloncesto, balonmano o voleibol. Pedro Pablo Fernández fue profesor de Educación Física y uno de los rostros más conocidos del deporte dentro y fuera de la laboral. “Como se les puso muchos medios a su disposición, fue un estallido de promoción de la mujer sensacional”, comenta. Además, fue uno de los impulsores de la pista de atletismo.

Una de sus alumnas fue Paula Garví, que encontró motivación e inspiración. “Probé muchos deportes que, si no hubiera ido ahí, no hubiera practicado. Pedro Pablo, me transmitió su pasión por el deporte”, recuerda. Ella y tres de sus cinco hermanos fueron a la laboral. Cada mañana cogían allí el autobús para ir al centro y residían en Villanueva de Gállego. Relata que "merecía la pena" realizar cada día ese largo trayecto, porque estudiar en la Laboral era "una oportunidad para una familia tan numerosa como la suya". “Me gustó mucho el ambiente, los profesores jóvenes, teníamos una cabina con casete y auriculares, o los laboratorios de ciencias”, describe Paula.

Pedro Pablo Fernández con sus alumnas.

A mediados de los 70, el centro abría sus puertas a alumnos masculinos. Siendo tan solo un adolescente, Javier Marta tenía claro dónde quería estudiar. Además, su padre era el médico de la Universidad Laboral. Él fue alumno entre los años 80 y 90. “El 70% de las alumnas eran chicas y los chicos veníamos de externos de Villamayor. Nos dio una visión más amplia al ir con tantas chicas, yo no era de pandillas de solo de chicos”, comenta.

Para muchos de ellos, la laboral era más grande que sus pueblos. Había una enfermería con 30 camas, biblioteca, cafetería, oficinas, incluso capilla. Algunos profesores y trabajadores se alojaban en apartamentos ubicados dentro del propio complejo. La universidad llegó a tener más de 2.500 alumnos en un año en régimen de media pensión o internas. En sus 12 plantas de residencia podían quedarse a dormir las que vivían lejos. “Fueron seis años maravillosos. Las alumnas, si suspendían se iban a sus pueblos, eran muy responsables”, declara Pedro Pablo.

También Huesca tuvo su Universidad Laboral, que se ubicaba en el actual Instituto Pirámide. Se utilizaba para celebrar cualquier acto y actividad: teatro, fiestas de fin de curso o proyectar películas los sábados y domingos. A diferencia de la de Zaragoza, sus pasillos y aulas se siguen llenando cada día de estudiantes. Aunque las habitaciones donde dormían los internos, se pasan la mayor parte del año cerradas.

I.E.S. Pirámide de Huesca en la actualidad donde se ubicaba la universidad laboral.

Del auge a la decandencia

El declive de las universidades laborales comienza en los años 90. “Se empieza a regionalizar la escolarización de los alumnos. En Zaragoza y Huesca se escolarizaban alumnos solo de Aragón. Se abrió otra residencia, por lo que bajaron muchos internos, y unido a la aluminosis y otras carencias, se decidió cerrarla”, explica Faci.

A la mayoría de estos complejos se les dio una segunda vida. La de Zaragoza quedó completamente abandonada en 1997, cuando se construyó el Instituto Ítaca. Solo en una pequeña parte de todo lo que fue la laboral sigue viva. Su antigua biblioteca se acondicionó y ahora el Gobierno de Aragón almacena ahí miles de documentos, aunque pronto tendrán que trasladarlos porque el ejecutivo aragonés ya ha anunciado la venta de la parcela de suelo industrial más grande de Aragón. Sus edificios se derribarán. En ellos apenas quedan recuerdos de los que vivieron y estudiaron aquí durante 30 años, pero basta con alzar la mirada para reconocer las huellas del paso del tiempo y la aluminosis.