Peñíscola sigue siendo un favorito del turista aragonés de playa
Los visitantes procedentes de la Comunidad crecen un 2% respecto a 2020 y suponen la principal fuente de turistas en la vecina Benicarló
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Una camiseta con la cruz de San Jorge por aquí, un polo con el escudo del león rampante por allá. Una conversación entre sombrillas vecinas sobre un barrio que resulta familiar, un ejemplar de la prensa regional doblado por la mitad con la icónica mancheta azul centenaria a la vista y un intercambio de pareceres con ese acento incomparable y que resulta tan cercano.
Pasearse por la playa de Peñíscola sigue siendo para los aragoneses como caminar por casa, aunque más ligeros de ropa y, por su puesto, con menos calor. La Costa del Azahar continúa resultando uno de los destinos tradicionales de muchas familias de la Comunidad y este puente festivo no es una excepción.
Los aragoneses representan el 13,5% de los turistas que acuden a la oficina de turismo, un 2% más respecto a 2020, y suponen el segundo grupo de nacionales que más visitantes aporta a esta localidad. En la vecina Benicarló este éxito entre los aragoneses todavía va más allá y supone la principal fuente de turistas, con un 18% del total de las consultas realizadas. Un peso todavía más relevante este año en el que la pandemia ha reducido a la mitad el número de visitantes procedentes del extranjero y los destinos tradicionales del país salen adelante con el turismo nacional.
Motivos para la fidelidad
De los algo más de 7.000 habitantes con los que cuenta el enclave refugio del Papa Luna, hay 245 aragoneses empadronados. Pero muchos más cuentan en la zona con segundas residencias, algunas de ellas adquiridas en promociones casi enteramente copadas por aragoneses y mantenidas luego durante décadas. Otros directamente han fijado Peñíscola y Benicarló como refugio estival y cada año hacen su reserva en apartamentos y hoteles de la localidad castellonense. Esa fidelidad permite en muchos casos reproducir con los pies embadurnados de arena el ambiente y los corrillos a la fresca de otras poblaciones aragonesas.
De ambas localidades atraen, además de obviamente el buen tiempo casi asegurado y el mar, el ambiente familiar y lúdico, los atractivos culturales, así como la relativa cercanía (278 kilómetros desde Huesca, 238 desde Zaragoza y 220 desde Teruel), que últimamente se ha visto beneficiada con la reforma de una de las rutas habituales de los aragoneses, la del tramo de la N-232 entre el cruce de Ráfales, Monroyo y el límite con la provincia de Castellón.
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